En el conjunto aliancista militan los hermanos Cristian y Diego Flórez, en el plantel profesional y en la categoría Sub 20, respectivamente.
Ambos son de Ibagué (Tolima), pero vivieron desde muy chicos en España, donde fueron formados futbolísticamente.
Son hijos de Alfredo ‘Cachorro’ Flórez Agudelo, exjugador profesional de las décadas de los 70 y los 80.
Imagen Alianza Petrolera
Lo que una mañana de la década de los años setenta comenzó como un encuentro fortuito entre un joven estudiante de bachillerato llamado Alfredo Flórez Agudelo y el fútbol, en una polvorienta calle de Ibagué, es hoy, cuarenta años después y a 435 kilómetros de distancia, una destacada historia de amor por este deporte que le marca la vida a esta gran familia llamada Alianza Petrolera. Él y sus dos hijos honran el nombre de este club.
Don Alfredo, como se le conoce al interior de las toldas aurinegras, es el padre de Cristian, marcador izquierdo del equipo profesional, y de Diego, un juvenil pero experimentado futbolista de 19 años que milita como volante de creación y extremo en la categoría Sub20 del aurinegro.
Pero no es el único caso de hermanos que hacen parte de las diferentes categorías en el club aliancista. Además, están los hermanos Juan Sebastián Serrano Epalza y Luis Javier Monroy Serrano, arqueros de la Sub 20 y Sub 17, respectivamente; Cristian y Andrés Baldovino Sanabria, portero del plantel profesional y volante de creación de la Sub 20, respectivamente, y Pier y Paolo Grazziani, guardameta del primer equipo y defensa central en la Sub17, respectivamente.
‘Cachorro’ está sentado junto con sus dos hijos en el sótano de la gradería occidental del estadio ‘Daniel Villa Zapata’, tras concluir una jornada matutina de prácticas del plantel profesional y de las canteras. A sus 55 años, confiesa que la causa de que él sea un enamorado del club barranqueño y de que sus hijos militen aquí, radica en la pasión que por el fútbol le nació esa mañana de 1979 en la capital tolimense, “por gracia Divina”, y lo condujo a ser futbolista profesional.
Es de esos amores que nunca se sueltan, como él mismo lo dice. El fútbol, ese deporte que el ser humano inventó ya hace varios siglos y que se expandió por todo el planeta Tierra con una fuerza incontenible, se convirtió en su RH, en una especie de sello genético desde ese día.
“El fútbol llega a nuestra familia por gracia Divina. Porque mi Dios me dio, en esos momentos, dotes futbolísticos. En esa época no existía el nivel de profesionalismo de hoy día. No existían las canteras. Solo se jugaba porque había condiciones innatas. Y luego fue pasando a la generación de mis hijos”, dice Alfredo, o ‘Cachorro’, como es conocido a nivel nacional este lateral izquierdo y quien desde que llegó a Barrancabermeja a acompañar a sus hijos juega en torneos locales de veteranos. Aún la mueve el ‘Cachorro’.
Alguien lo vio pateando pelota a él junto a un grupo de compañeros de colegio y se los llevó para el Deportes Tolima, donde jugó en el nivel profesional en esos años dorados del fútbol colombiano. Durante siete años se tragó canchas enteras del país luciendo la camiseta vinotinto y oro, donde construyó y dejó sembrada historia con el sudor de su frente.
Luego, tras colgar los guayos en 1985, ‘Cachorro’ cursó estudios de dirección técnica de fútbol, conquistó torneos con las categorías infantiles del Deportes Tolima y, posteriormente, en 2001 se instaló con su esposa Amparo García en Madrid (España), donde estudió Dirección y Gestión de Entidades Deportivas.
Para entonces, su hijo Cristian contaba ya con casi 7 años (nació en Ibagué) y la historia de amor por el fútbol comenzó a transmitirse como herencia sanguínea. Poco antes habia nacido Diego, también en Ibagué, y llegó a Madrid a los pocos años de vida y el legado genético continúo construyendo el mapa generacional deportivo de esta familia.
“Hoy en día, mis chicos ya han tenido otra preparación, más avanzada, más actualizada, más moderna, respecto a lo que yo viví, y acorde con sus condiciones. La cuestión no es transmitir el fútbol que porque tú fuiste futbolista tus hijos van a ser futbolistas: se nace con ello, es un misterio. Luego hay que perfeccionarlo, moldearlo”, agrega ‘Cachorro’ Flórez.
Herencia sanguínea, como él mismo lo repite: se refiere a la trayectoria que sus hijos tuvieron en escuelas de barrio, primero en Ibagué, y también en España, como la Carabanchel y Móstoles, y, posteriormente, allí mismo en Madrid, en las escuelas de formación deportiva de equipos como el Real Madrid, Atlético de Madrid, Agrupación Deportiva Alcorcón y Rayo vallecano, donde Cristian jugó primera división.
Es una calurosa mañana de marzo de 2018 en Barrancabermeja, y ya los hermanos Flórez son jugadores aurinegros, este club enclavado en el corazón de la región del Magdalena Medio colombiano, a miles de kilómetros de Europa, a donde les gustaría regresar algún día.
Cristian llegó a Barrancabermeja en junio de 2016, procedente del Once Caldas, equipo en el que aterrizó cuando arribó del viejo continente. Por su parte, la historia de Diego en Alianza Petrolera inicia en abril del año pasado: probó en la Sub20 del equipo y pasó las pruebas. Al cabo de mes y medio, marchó a Bogotá, donde estuvo en proceso de formación con Santa Fe, y está de vuelta, lleno de sueños: este fin de semana debuta en el Torneo nacional Sub 20.
Ambos coinciden en afirmar en que aman a este club no solo porque les ha dado la oportunidad de hacer parte de él, sino por su sufrida y enriquecedora historia que ha construido con las uñas y el corazón, por la pasión que tiene esta tierra hacia el fútbol. También, dicen, por la gente que cada día sigue al equipo con más fervor, y por la ciudad, “que es bella y tranquila”.
Aquí, sentados en una cómoda banca cerca al camerino del equipo, los dos jugadores han respondido, con eses arrastradas y canta’o ibérico, a este diálogo.
Cristian, un muro defensivo
¿Cómo llega a Colombia, por qué se da su regreso y cómo arriba a Alianza Petrolera?
Cuando llego a Colombia arribo a Once Caldas. Se aprendió mucho pero no se participó como lo traíamos planeado. Intentamos buscar otra salida, otra alternativa, y se dio la posibilidad de jugar en Alianza Petrolera. Arribé con ganas e ilusiones. Y aquí estoy: gracias a Dios se pudo conseguir minutos e ir mejorando futbolísticamente. Conversamos con el profesor Jorge Luis Bernal, si podía venir a jugar a prueba, que me veía. Y aquí estoy.
Usted es una persona muy joven, de 23 años, con todo ese recorrido en España y con la experiencia que ha tenido en Colombia, ¿Qué sueña un jugador como usted?
Las ilusiones de todo jugador de fútbol es Europa. Y uno que ya ha estado por allá, desearía volver, con mejores cosas de las que tenía cuando me vine a Colombia, por cuestiones de familia. Trabajar y luchar a diario por volver a Europa.
Sin embargo, tiene algunas misiones por lograr, por ejemplo, un título con Alianza Petrolera ¿Verdad? Y la otra podría ser la de transmitirle conocimientos a su hermano…
Sí. Estando uno en cualquier equipo, quiere hacer historia y construir cosas grandes. Estamos luchando y trabajando a diario para que se hagan realidad. Ojalá sea así, y si no, dejar el nombre en alto del equipo y el mío, por supuesto, y también el de mi familia. Y contribuir al crecimiento de mi hermano, que viene en la cantera, para que comience a coger fuerza: gracias al trabajo de él mismo está acá, es su esfuerzo. Pero si se le puede echar una mano, con mucho gusto, porque es mi sangre.
¿Cómo se charlan ustedes futbolísticamente, y qué clase de conocimientos le transmite usted a Diego?
Sobre todo, paciencia. Él está joven y para crecer es necesario mucha disciplina, mucho trabajo, que es lo único que hace realidad las cosas. Todo llegará. Y en cuestión futbolística de mi hermano, es un volante bastante técnico, de creación progresiva, es decir, muy buena visión de juego, y el posicionamiento que tiene.
Diego es la sangre joven
¿Cómo es su llegada a Colombia?
Llegué en abril del año pasado. Llegué acá a Alianza Petrolera, la Sub20: jugué unos partidos y generé buenas sensaciones. Luego fui a Santa Fe y allá hice trabajos y estoy de vuelta.
Es decir, ¿esa historia en Alianza Petrolera comienza en qué año y luego cómo se da ese paso a Santa Fe?
Esta historia inicia en abril del año pasado. Ahí estuve con el profesor Héctor Estrada y comienzo a entrenar apenas llego. Y al cabo del mes y medio, voy a Santa Fe para jugar la Liga de Bogotá.
¿Qué siente o piensa un chico de su edad al jugar en un equipo como Alianza Petrolera, que tiene una historia de lucha y de mucho sacrificio para llegar a donde está?
Me he sentido muy bien porque sé la historia de lucha que ha tenido este equipo, cuyos primeros jugadores lo dejaron todo en la cancha para que el equipo esté en la Primera A: construyeron una historia que debe valorarse y que ayuda mucho para lo emotivo. También me he sentido con fuerza por la ayuda de mi papá y de mi hermano. La familia siempre será la base de toda alegría. Y con la mejor disposición del mundo para dejar todo mí en la Sub 20 y poder debutar pronto en el torneo.
Hay muchachos que de la Sub20 han saltado al plantel profesional… ¿Tiene algo trazado de llegar a la Primera A?
Es una bonita experiencia la de poder entrenar con el plantel profesional. A los muchachos nos dan esa oportunidad de foguearnos y eso contribuye a nuestro desarrollo. Ojalá se dé pronto de entrenar y alcanzar todos mis sueños.
¿Cómo ve al club como tal y cómo ve a la ciudad?
Es un club que es pequeño pero luchador y con una historia muy hermosa. Todo equipo que viene acá lo ve pesado, se ve en aprietos, y cuando el equipo va a otro lado, da la guerra, se lo pone complicado. Y tiene grandes aspiraciones. Esta es una ciudad tranquila, en la que uno puede estar sin ninguna preocupación. Estoy trabajando duro para dejar huella, como lo está haciendo mi hermano Cristian.


Christian Plazas Rueda
ALIANZA PETROLERA
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