Por: Profe Diego López.
Un día eres ciudadano y al siguiente vándalo. ¿Cómo se llega
hasta esta situación?, pero sobre todo, ¿qué es un vándalo en este cosmos de la
posverdad y la superficialidad del lenguaje?
Los vándalos originales fueron un grupo de raza germánica que apareció
en Europa central provenientes del norte, su nombre original se ha perdido en
el mar del tiempo, pero el historiador romano Plinio, el viejo, les llamó con
un topónimo Vindili, que terminaría en la actual acepción Vándalo. Para
los romanos, los vindili o vándalos eran un grupo de gente incivilizada,
que desconocían la escritura, las artes, y solo tenían la violencia como forma
de expresión, Ellos, los romanos, que por aquel entonces iniciaban su
definitiva decadencia, solo veían en los vándalos un grupo que les arrebata dia
por día sus privilegios, conquistados siglos antes a través de la guerra y la
violencia. Veían en los vándalos la ignorancia y la falta de civilidad,
desconocedores de la ley, del orden del Estado, de la belleza y arte.
Los vándalos por otro lado, eran un pueblo que forjaba su
unión en la precariedad, caminantes de tierras lejanas y con escasas riquezas
agrícolas, no tenían ciudades, no tenían riquezas materiales, y sus relatos, su
única historia. Tampoco tenían escuelas, ni hospitales, el acceso a la cultura
se daba en el fragor de la lucha día a día para conseguir la comida, jamás
tuvieron la fortuna de un título que los respaldara y su valía se concedía en
la medida de la tenacidad y la fuerza para luchar.
Los vándalos y otros pueblos germanos, terminarían por
acabar con el imperio romano, vivirían poco más de un siglo, en la ciudad de Cartago
y nos dejarían una gran lección que cualquier sociedad debe aprender, la fuerza
de la necesidad es imperiosa y la adversidad a la que son sometidos los seres
humanos puede desatar la mayor de las tormentas.
Los ciudadanos romanos se llenaron de privilegios heredados,
se vanagloriaban de sus ejércitos, formados por hombres a quienes se les pagaba
por defender esos privilegios y se olvidaron de seguir construyendo la gran
civilización que habían desarrollado; en lugar de integrar a los vándalos, como
lo habían hechos con muchas otras culturas a quienes les llevaron
infraestructura civil y organización del Estado, pretendieron ignorarlos,
espantarlos y asesinarlos como si de una turba animal se tratara. Esa fue su
condena, pues acorralaron a un pueblo que no tenía absolutamente nada que
perder, y todo lo que veían por ganar.
Por estos días la gran prensa y la comidilla diaria habla de
los vándalos que han salido a las calles, gentes sin grandes nombres ni
apellidos, que hasta hace poco eran ciudadanos con necesidades, hambrientos
muchos, pobres la mayoría e ignorantes de la gran cultura, de la buena música,
de la alimentación exquisita, adolecen de todo ante los ojos de la élite y todo
lo que tienen ante sus ojos, se les va, se les escapa con la vida mientras no
avizoran futuro para su prole.
La gran sociedad que ha heredado privilegios, que se
organizó para mantener el poder y enriquecerse extraordinariamente a costa del
trabajo de los demás, ahora se escandaliza y excluye, ignora, espanta y asesina
los nuevos vándalos de un país deteriorado. Como en la novela de Yurcenar,
envían a sus generales para perseguir lo que ignoran y exigen sangre como
tributo, mientras la humanidad muere.
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