Por
Profe Diego F. López
@profediegolopez
Por estos días se ha hecho viral el #BarbosavidaSabrosa, esto como
resultado de que salió a la luz pública los onerosos gastos que dispuso la
fiscalía para logística y representación; entre otros se llevó a cabo en
Cartagena una cena para 25 funcionarios que costó más quince millones de pesos
($15´000.000); un gasto que no se conduele con la realidad de más de veintiún
millones de compatriotas que viven en la pobreza y comen menos de tres veces al
día escasas raciones.
El hecho relevante aquí va más allá del costo, es el distanciamiento
racional en que viven muchos de los altos administrativos de los cargos
públicos del país. Hace poco fue revuelo el gasto diario del equipo
presidencial durante sus giras y aun en palacio, gastos excesivos y que repito,
no reconocen la realidad del país; se consideran todavía en la colonia y aún
más allá, viven en un neofeudalismo al que se sienten llamados a
representar, se ufanan del remoquete “dignatarios” y apelan a el como título
nobiliario.
En la unión europea, los eurodiputados, la cámara más importante y por cuyo
recinto pasan decisiones trascendentes en términos económicos y de agenda
comunitaria europea, ganan el equivalente a unos tres salarios mínimos
correspondientes a esas economías, muy por debajo de la comparativa de los
cargos oficiales en el país, como el caso del fiscal que gana un aproximado de quince
salarios mínimos, a lo que se suma el pago ingente de extras de oficina,
transporte, alimentación y auxiliares. Los eurodiputados tienen asistentes
absolutamente limitados y deben realizar su propia limpieza en el lugar
destinado para su hospedaje, que no es un hotel “mínimo tres estrellas”
como lo estipula Barbosa en el contrato con la empresa logística que contrató,
sino un lugar austero y apenas dispuesto para habitarlo durante sus sesiones.
En las economías más desarrolladas es claro que la dirigencia política y la
administración del estado es una labor importantísima, y que merece toda la dignidad;
ello implica que deben corresponder con una gran ética y con un compromiso
superior todos aquellos que ostenten esos cargos; pero en Colombia el
funcionario de los medios y altos cargos del Estado se cree superior en
relación a los demás miembros de la sociedad y esa mediocre superioridad le
hace creer también que merece atragantarse de todo tipo de beneficios, hartarse
de lujos y comodidades sin pensar en como vive la mayor parte de la comunidad
que debe administrar y por la cual debe velar.
Hay una historia de un emperador chino, bellas historias, que pensando en
lograr el mayor bienestar de su pueblo ordenó a sus ministros vivir como lo
hacia el más pobre de sus súbditos y comer como lo hacia este. De tal manera
que, por mucho tiempo, la comunidad vivió muy bien, pues sus ministros, que
naturalmente querían vivir bien, se preocupan y esmeraban por organizar todo de
tal suerte que no hubiesen pobres en el reino.
Los comportamientos y gastos excesivos e indecorosos de los funcionarios, hacen
parte de la apabullante corrupción que se ha robado y suplantado los deberes
del Estado en relación con sus habitantes, que han creado una pirámide de
ciudadanos de segunda y tercera clase, otros tantos enviados a la inanición. Es
el legado que deja un mal gobierno, un sistema que debe reformarse con urgencia
y pensando en el futuro del país.
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