Por: Profe Diego López
En 1748 fue publicado un libro que habría de cambiar, en muchos sentidos, el curso de la historia. Aquel año se publicó “El espíritu de las leyes” del ilustrado barón de Montesquieu, Charles Louis de Secondat; su énfasis más relevante era la necesidad de equilibrar en un sistema los poderes que gobiernan una nación y con ello evitar el peor de los males, según el mismo Montesquieu: El despotismo.
Aunque ha pasado suficiente tiempo y para todos debe ser claro que las tres ramas del poder público deben estar separadas; no se concibe lo que ha ocurrido en días anteriores con la intervención mediática del comandante de las fuerza militares de Colombia en temas políticos y el respaldo que ha tenido del jefe de Estado ante tamaño exabrupto.
En Colombia vivimos al día con cada tragedia y con cada escándalo; ya hoy que escribo y cuando usted lea, seguramente otra escandalosa declaración recibirá cobertura de los medios; sin embargo, no deja de ser preocupante el desconocimiento, el escaso rechazo público que recibieron las declaraciones del General Zapateiro, quien ya antes ha tenido salidas mediáticas en falso y decisiones controvertidas en el manejo del órgano militar más importante de la nación y cuya responsabilidad constitucional es el manejo de las armas y con ello de la fuerza del Estado.
Me pregunto constantemente sobre las lecturas y las clases de la formación militar en nuestro país. He clamado por una reestructuración profunda de la formación militar tanto de la policía como de otros organismos militares que han demostrado no haber superado mucho la policía partidista que aumentó la crisis y la masacre durante las innumerables guerras civiles que ha atravesado el país y su servilismo a las mafias que gobiernan hoy tras las sombras.
Así las cosas, las declaraciones de Zapateiro son inaceptables desde todo punto de vista y no comulgan con el espíritu y el sentido del ejercicio militar constitucional: las fuerzas armadas no son deliberantes, así lo consagra el artículo 219 de nuestra constitución, mismo que el ejército olvido poner en su página web junto a los otros que se refieren a su conformación.
Y aunque a estas alturas de la historia parece obvio, hay quienes aún no comprenden la sencilla razón por la cual quien ostenta las armas del Estado no debe tomar partido, ni participar en posiciones políticas, sino velar por el cumplimiento de la ley en un orden constitucional bajo unos mandos civiles legalmente constituidos; pues quien tiene las armas puede en un momento dado desequilibrar la balanza de poderes con el agravante que genera el caos institucional y una posible guerra interna. Eso que es apenas racionamiento básico, el general al mando de las fuerzas militares no lo tiene claro, no le importa, no tiene miramientos en su intervención y lo más grave; el presidente constitucional cree que está bien y que “no es indebido”. ¿En qué republica estamos?
Esta ultima parte es aún más grave, si se puede decir; pues como si no fuese ya suficientemente irresponsable las declaraciones del general, resulta que el presidente sale a respaldar y a blanquear la intervención política que hiciere quien no debe hacerlo, convirtiendo esto en una doble violación a la carta constitucional; situación intolerable en cualquier otro país, aquí parece convertirse en paisaje.
Seguramente el tiempo destapará más ollas podridas como las que el general quiso tapar con sus declaraciones; ya los generales han hablado en la JEP, dejando claro la participación efectiva de altos mando militares en delitos de masacres y apoyo a las organizaciones paramilitares, al narcotráfico, todo aquello que el general quiso ocultar.
Solo queda continuar el esfuerzo de la construcción ciudadana a la verdadera luz de la justicia para evitar que el nepotismo siga gobernando, la incapacidad y la tiranomaquia socaven más profundo, y el espíritu de las leyes ocupe el lugar que le corresponde; por ahora diremos con Montesquieu: “No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”.
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