Comenzó el 2023 con grandes
expectativas para los colombianos; por un lado, el ciudadano de a pie,
confiando en la Divina Providencia que sus esfuerzos rendirán algún fruto para
garantizar la subsistencia digna de su hogar, y si fuere posible, cumplir alguno
de esos tantos sueños aplazados; por otro lado, el tradicional pícaro empieza a
saborear el poder y las ganancias que sin mérito ni esfuerzo alguno recibirá
por cuenta de la dinámica política de este año electoral.
No es un secreto que cada cuatro
años nos enfrentamos a la crónica de una muerte anunciada; la muerte de quién,
preguntarán algunos, y la respuesta se recibe con no menos que franca tristeza:
la muerte de la democracia y nuestras dignidades estatal y ciudadana a manos de
los líderes corruptos, a quienes les basta con mover algunos hilos para accionar
un sinnúmero de triquiñuelas en las entidades públicas, de forma tal que sus
candidatos y alfiles políticos tengan allanado el camino al triunfo, aunque con
ello se mancille el interés general.
La jugadita mas común que veremos
en esta época serán las rotaciones laborales en todos los niveles jerárquicos
de las entidades públicas: empezaremos viendo “sorpresivas renuncias” de
funcionarios de altos mandos, para que el feliz reemplazante comience a ubicar en
todo tipo de cargos a “su gente”, previamente alineada al objetivo político
propuesto para las elecciones.
Después comienza a moverse la
baraja de mandos medios y del personal operativo, esta etapa será la de mayor
impacto social, pues miles de trabajadores y prestadores de servicios honrados
no serán renovados en sus puestos, para dar paso a los “recomendados”, que por
regla general aportan poco o nada al servicio público. Estos cargos son los que
hacen el trabajo sucio. Dentro de poco son los que estarán obligados a
presentar planillas con firmas para esos candidatos “independientes”, también
los encargados de empezar a generar las bases de datos de los potenciales
electores y de aplicar la estrategia de “todos tenemos 10 amigos” para
multiplicar los futuros votantes.
Por último, es el turno de las
empresas contratistas de entidades públicas, quienes también deben hacer
considerables rotaciones en su talento humano para vincular a los recomendados
del político que previamente ayudó a conseguir el contrato estatal.
A este grupo de personas y acciones se le llama MAQUINARIA, pero con seguridad eso ya lo sabía el lector; la finalidad de esta columna no es descubrir que el agua moja, sino concientizar a los ciudadanos de a pie sobre la inminente necesidad de unirnos para derrotar a este monstruo de mil cabezas y sus malas prácticas políticas, para que algún día esta crónica de una muerte anunciada no sea más que un triste recuerdo.
Así y sera.
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